viernes, 17 de agosto de 2012

LA ESPADA ENCENDIDA ... ENRIQUE GAMARRA ... POR RITA AMODEI

La espada encendida. Enrique Gamarra Y fue cuando la patria era un sueño tendido en las llanuras. Lo supieron los sauces, en la orilla de un río casi niño todavía. Lo repitieron los caraguataes como un secreto oscuro de la tierra y lejos, bajo un cielo de gaviotas, se hizo mensaje de agua entre las olas. Fue cuando el aire andaba con su infancia de abiertas golondrinas imaginando coplas y banderas. presintiendo tacuaras y alaridos, reverberos de azules clarinadas. Y fue cuando febrero teñía el mundo con su euforia roja. En Yapeyú, campana de la patria. Aquel niño abrevaba en el rocío. Los luceros le dieron su vocación de luz y advenimiento. En las palomas descubrió un destino de horizontes sin limites de sombras y del árbol extrajo su resina de bosque y madrugada. Después España lo miró distante. Como un sobreviviente de la floresta sudamericana hurgaba en su nostalgia de membrana silvestre cerca de un mar extraño y tumultuoso, donde se hundían fechas de muertos calendarios. Allí miraba el cielo y recordaba. (En sus ojos había una estrella perdida) Acaso recordaba el eco de un galope o una guitarra que quedó olvidada en el rincón más viejo del silencio. Alboreaba en sus ojos un lejano retorno. Allí se hizo relámpago, corteza, huracán, torbellino y embestida, cuando en su sangre despertó el llamado como una imposición de la memoria. Allí nació su sed interminable: el agua lo esperaba en Sudamérica. En San Lorenzo supo que empezaba a arder el fuego de la profecía: no estaban solas las barrancas, algo en las arenas de la madrugada se levantaba de repente, algo que discurría unánime en la sombra delataba su pulso de bandera. En la última torre del convento conspiraban a solas las campanas. Y de repente el tiempo se hizo nube, crepitación de espadas y galopes, mientras se derrumbaban los mástiles del cielo con un sonido bíblico de muerte. El tinte granadero de la altura cubrió por un instante todo el mundo. En Plumerillo fue como una chispa, como el roce de un pétalo en la bruma. Algo escapó de un sueño Y se desparramó por los caminos, por las estribaciones. las quebradas, hasta alcanzar los predios del poniente detrás del estupor cordillerano. El vigilaba insomne las raíces sonoras de aquel sueño y sus ojos hurgaban el crepúsculo consumiendo morados calendarios. ¡Cómo observó la ruta de los pájaros hacia el oeste siempre de la espera! ¡Cómo soñó banderas clavadas en el polvo de la opresión y el miedo y multitudes que lo saludaban! Todo aquel tiempo de martillo y canto brilló un vivac de estrellas en las noches. Y el alma de la piedra tuvo su día de agua. Por El Planchón, Coquimbo y Olivares se repartió en columnas incesantes. Con él marchaban cuatro mil soldados, cuatro mil juramentos de uniforme con cuatro mil banderas en lo alto. Qué pudo la unidad de la tormenta -su mínimo aluvión de roca y nieve- contra ese fragor americano, esa pluralidad alucinada por un azul más denso que el silencio y el último envión del Chimborazo? Por El Planchón, Coquimbo y Olivares, Los Patos y Uspallata, un resplandor celeste crecía en los abismos. ¿Qué sonido subía de las profundidades? El capitán del viento, el general del trigo y las estrellas avizoraba cóndores metálicos, gigantes pétreos, huecos sulfurosos Sabía que la calma tiene su arista de fragor y trueno, que la lluvia es la antípoda del fuego, pero que en ella duermen los relámpagos como el reverso de la mansedumbre. Y de repente valles y gargantas, desfiladeros, grutas, rompieron su mutismo milenario sobre el volcán abierto de los hombres. Cataratas de sangre barrían la ladera. La piedra oía, arengaba el viento. Batallaba el paisaje y era en vano que se partieran músculos y vértebras. Nadie pudo morir aquella tarde. Y desde la humareda y la vorágine del alarido subía una palabra, un nombre transparente como el agua, sin herencia de pólvora ni truenos. Argentina… Argentina… Cuando calló el paisaje El mangrullo del cielo estaba en llamas y el sol era una roja clarinada. Aquella noche el general de agua, de puro viento y nube tumultuosa, durmió como si fuera en el confín del mundo con un sueño cruzado de guitarras. Acaso fue preciso apurar esa copa de penumbra, Arañar el perfume, violar la clara desnudez del agua para encontrar el sol, esa campanería de los ojos que ahora sí encontraba su proyección de alas sin brújulas de fuego. Pero el sueño final estaba en Maipo. Allí vientos de España y vientos de los Andes soltaron sus columnas encendidas y estremecieron todo el continente. El era lo más alto del estruendo. América en su espada fulguraba y a su luz acudían los pueblos de la tierra como a la redención o a la esperanza. En Maipo tuvo su razón celeste tanta sangre cuajada en las estrellas, tanto jirón de luz amurallada, tanto pétalo herido en la embestida. Era la puerta última y secreta que mostraría al mundo el nacimiento de la primavera. II La tierra era silencio y él nos dio las campanas. Era la patria piélago cerrado: él nos dio las riberas. Fue su herencia más firme que el acero: nos dejó la humildad de las espigas. Quiso que el sol. la libertad, el canto fueran la sed y el agua al mismo tiempo. Lo invocamos aquí, desde otro sueño, desde otros calendarios de ternura, pero desde aquel mismo espacio navegante donde aún se desvelan los ancestros del fuego, como la referencia mas obcecada y alta de la luz. ¿Qué dimensión tendrá en esta edad de ráfaga y paloma su mutismo de trébol insurgente? Hacia dónde discurren sus manos sin orillas y aquel destello sudamericano que calcinó sus vértebras celestes. ¿Y qué chispa lo sigue, qué hoguera lo evidencia en la profunda gesta de las sombras? Enrique Gamarra (1933-?) Premio poesía instituido por el Fondo Nacional de las Artes en homenaje del General San Martín

SAN MARTIN . PABLO NERUDA . --- POR RITA AMODEI

San Martín. Pablo Neruda Anduve, San Martín, tanto y de sitio en sitio, que descarté tu traje, tus espuelas, sabía que alguna vez, andando en los caminos hechos para volver, en los finales de cordillera, en la pureza de la intemperie que de ti heredamos, nos íbamos a ver de un día a otro. Cuesta diferenciar entre los nudos de ceibo, entre raíces, entre senderos señalar tu rostro, entre los pájaros distinguir tu mirada, encontrar en el aire tu existencia. Eres la tierra que nos diste, un ramo de cedrón que golpea con su aroma, que no sabemos dónde está, de dónde llega su olor de patria a las praderas. Te galopamos, San Martín, salimos amaneciendo a recorrer tu cuerpo, respiramos hectáreas de tu sombra, hacemos fuego sobre tu estatura. Eres extenso entre todos los héroes. Otros fueron de mesa en mesa de encrucijada en torbellino, tú fuiste construido de confines y empezamos a ver tu geografía, tu planicie final, tu territorio. Mientras mayor el tiempo disemina como agua eterna los terrones del rencor, los afilados hallazgos de la hoguera, más terreno comprendes, más semillas de tu tranquilidad pueblan los cerros, más extensión das a la primavera. El hombre que construye es luego el humo de lo que construyó, nadie renace de su propio brasero consumido: de su disminución hizo existencia, cayó cuando no tuvo mas que polvo. Tú abarcaste en la muerte más espacio. Tú muerte fue un silencio de granero. Pasó la vida tuya, y otras vidas, se abrieron puertas, se elevaron muros y la espiga salió a ser derramada. San Martín, otros capitanes fulguran más que tú, llevan bordados sus pámpanos de sal fosforescente, otros hablan aún como cascadas, pero no hay uno como tú vestido de tierra y soledad, de nieve y trébol. Te encontramos al retornar del río, te saludamos en la forma agraria de la Tucumania florida. y en los caminos, a caballo te cruzamos corriendo y levantando tu vestidura, padre polvoriento. Hoy el sol y la luna, el viento grande . maduran tu linaje. tu sencilla composición: tu verdad era verdad de tierra, arenoso amasijo, estable como el pan, lámina fresca de greda y cereales, pampa pura. Y así eres hasta hoy, luna y galope, estación de soldados, intemperie, por donde vamos otra vez guerreando, caminando entre pueblos y llanuras, estableciendo tu verdad terrestre, esparciendo tu germen espacioso, aventando las páginas del trigo. Así sea, y que no nos acompañe la paz hasta que entremos después de los combates, a tu cuerpo y duerma la medida que tuvimos en tu extensión de paz germinadora. Pablo Neruda Fuente: Extraído de: “Canto general”. Pablo Neruda; págs.98-100. Editorial Losada.1957

MEDITACION ANTE LA TUMBA DEL GENERAL JOSE DE SAN MARTIN . FRANCISCO LUIS BERNARDEZ -- POR RITA AMODEI

El Libertador. Meditación ante la tumba del General San Martín. Francisco Luis Bernárdez Despierto está entre nosotros, como una estrella protectora en nuestro cielo. En el hogar que nos reúne, su nombre augusto es como el pan y como el fuego. No hay argentino que no sienta dentro del alma la virtud de su recuerdo. Y que no escuche en lo más hondo del corazón la voz profunda de su sueño. Hasta en la muerte es de sus hijos, hasta la muerte silenciosa es de su pueblo. Hasta en la muerte se derrama sobre la vida y el honor de nuestro suelo. Mientras vivió, vivió de darse, como el misterio de la música en el tiempo. Como la fuente, como el río, como la luz, como la llama, como el viento. El alma inmensa de aquel hombre sólo cabía sin dolor en un ejército. Para vivir en el mundo su corazón necesitó miles de cuerpos. Aquel ejército era el eco de su emoción, pues era carne de su carne. Su corazón le daban forma; sus venas vivas de pasión le daban cauce. Su voz vibraba en los clarines y sostenía las banderas en el aire. Hasta en los últimos tambores, lo que sonaba era su pulso formidable. Su voluntad se propagaba como un incendio hasta los puestos más distantes. De regimiento en regimiento, de batallón en batallón, de sable en sable. Su fe rodaba por las filas con el empuje de un torrente infatigable. Y su calor llegaba en olas a los lugares más confusos del combate. En el momento de la gloria no había herida que en su ser no palpitase. Si todo el triunfo era su triunfo, toda la sangre derramada era su sangre. Llegó la fecha señalada, y el gran ejército cruzó la cordillera. La mole altiva no se opuso, porque sintió que aquella fuerza era su fuerza. Aquellos hombres que pasaban estaban hechos de su polvo y de su piedra. Eran hermanos de sus rocas, de sus tremendos precipicios, de sus crestas. Eran volcanes de los suyos: tenían fuego en la raíz y en la cabeza. Eran montañas y montañas, movilizadas con fervor para una empresa. Del otro lado había pueblos esclavizados y naciones prisioneras. Había seres que esperaban la libertad, había hermanos en cadenas. Un vasto sueño los unía, y era que un sol les disipara las tinieblas. Aquella luz con que soñaban llegó por fin en el temblor de una bandera. Detrás del sol el alma inmensa de San Martín desembocó de las montañas. Y sobre medio continente se desató como un ciclón de luz y llamas. Su fuerza enorme recorría todas las fibras de aquel cuerpo que avanzaba. Y aquel abismo de materia se convertía poco a poco en cumbre de alma. Y era relámpago en los pechos, trueno en las bocas y centella en las miradas. Chispa en el bosque de las crines y tempestad en la floresta de las lanzas. Estaba entera en cada grito de rebelión, en cada puño, en cada espada. Tanto en la sangre turbulenta como en el río silencioso de las lágrimas. Nuestro destino y su destino se confundieron como el hierro en la fragua. Y nuestra historia fue tomando la forma justa de la gloria en sus entrañas. Seamos fieles a esta forma, como soldados de verdad a una consigna. Porque es la forma de la patria: justo equilibrio de valor y de justicia. Sólo una espada como aquella pudo engendrar este milagro de armonía. Porque en ninguna de la tierra la semejanza con la cruz fue tan estricta. Guardemos siempre la memoria de aquella mano sin temor y sin mancilla. Guardemos siempre su recuerdo fundamental, como si fuera nuestra vida. Con el amor con que la fruta guarda en el fondo de su seno la semilla. Con el fervor con que la hoguera guarda el recuerdo victorioso de la chispa. Que su sepulcro nos convoque mientras el mundo de los hombres tenga días. Y que hasta el fin haya un incendio bajo el silencio paternal de sus cenizas. Fuente: Francisco Luis Bernárdez. Poeta argentino. (1900-1978).

DON JOSE DE SAN MARTIN . " MAXIMAS PARA MI HIJA " --- COMETARIO Y RECOPILACION RITA AMODEI

Las «Máximas para mi hija»San Martín escribió una lista de consejos para su hija Merceditas: 1.Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”. 2.Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira. 3.Inspirarle una gran confianza y amistad, pero unida al respeto. 4.Estimular en Mercedes la caridad con los pobres. 5.Respeto sobre la propiedad ajena. 6.Acostumbrarla a guardar un secreto. 7.Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones. 8.Dulzura con los criados, pobres y viejos. 9.Que hable poco y lo preciso. 10.Acostumbrarla a estar formal en la mesa. 11.Amor al aseo y desprecio al lujo. 12.Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.
DON JOSE DE SAN MARTIN ES EL PADRE DE LA PATRIA Y LIBERTADOR DE AMERICA . VALEROSO GENERAL CONTUVO EL GENIO DE LOS ANTIGUOS POLEMARCAS EN CADA UNA DE SUS GESTAS . SAN MARTIN PERVIVIE POR SU HEROISMO MILITAR Y SU PESO DETREMINANTE EN LA LIBERTAD DE MUCHOS PUEBLOS AMERICANOS DE SUS CONQUISTADORES PERO TAMBIEN SE LO RECUERDA COMO ESCRITOR Y ES EN SUS PALABRAS INSPIRADAS DONDE VUELCA SU FILOSOFIA DE VIDA . SAN MARTIN TIENE LA VOZ POETICA DIAFANA DE LOS HOMBRES QUE ESCRIBEN COMO PIENSAN Y VIVEN Y HOY QUE SE CONMEMORA UN NUEVO ANIVERSARIO DE SU DESAPARICION FISICA , TRAEMOS A NUESTRA MEMORIA ESTA OBRA MAESTRA TITULADA . MAXIMAS PARA MI HIJA . . ES NUESTRO TRIBUTO A ESTE HOMBRE SUPERLATIVO .