sábado, 28 de abril de 2012

francisco de asis y los pajaros.en memoria de AGENTE CHONINO .DIVISION PERROS POLICIA FEDERAL ARGENTINA POR RITA AMODEI

29 de abril :dia internacional del animal . a un leon de rochester neva york RITA AMODEI

Capítulo 1 Platero Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel... Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: —Tien’ asero... Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. Capítulo 2 Mariposas blancas La noche cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes perduran tras la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de campanillas, de fragancia de hierba, de canciones, de cansancio y de anhelo. De pronto, un hombre oscuro. con una gorra y un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del cigarro, baja a nosotros de una casucha miserable, perdida entre sacas de carbón. Platero se amedrenta. —¿Ba argo? —Vea usted... Mariposas blancas... El hombre quiere clavar su pincho de hierro en el seroncillo, y no lo evito. Abro la alforja y él no ve nada. Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin pagar su tributo a los Consumos... Capítulo 3 Juegos del anochecer Cuando, en el crepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por la oscuridad morada de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres juegan a asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se echa un saco a la cabeza, otro dice que no ve, otro se hace el cojo... Después, en ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado algo de comer , se creen unos príncipes: —Mi pare tie un reló e plata. —Y er mío, un cabayo. —Y er mío, una ejcopeta. Reloj que levantará a la madrugada, escopeta que no matará el hambre, caballo que llevará a la miseria... El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña forastera, que habla de otro modo, la sobrina del Pájaro Verde, con voz débil, hilo de cristal acuoso en la sombra, canta entonadamente, cual una princesa: Yo soy laaa viudita del Condeee de Oréé... ...¡Sí, sí.! ¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno. —Vamos, Platero... Capítulo 4 El eclipse Nos metimos las manos en los bolsillos, sin querer, y la frente sintió el fino aleteo de la sombra fresca, igual que cuando se entra en un pinar espeso. Las gallinas se fueron recogiendo en Su escalera amparada, una a una. Alrededor, el campo enlutó su verde, cual si el velo morado del altar mayor lo cobijase. Se vió, blanco, el mar lejano, y algunas estrellas lucieron, pálidas. ¡Cómo iban trocando blancura por blancura las azoteas! Los que estábamos en ellas nos gritábamos cosas de ingenio mejor o peor, pequeños y oscuros en aquel silencio reducido del eclipse. Mirábamos el sol con todo: con los gemelos de teatro, con el anteojo de larga vista, con una botella, con un cristal ahumado; y desde todas partes: desde el mirador, desde la escalera del corral, desde la ventana del granero, desde la cancela del patio. por sus cristales granas y azules... Al ocultarse el sol que un momento antes, todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba solo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio. ¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos de los montes! Platero parecía, allá en el corral, un burro menos verdadero, diferente y recortado; otro burro...

sábado, 21 de abril de 2012

JORGE LUIS BORGES POR RITA AMODEI .NARRACION

El evangelio según Marcos [Cuento. Texto completo] Jorge Luis Borges El hecho sucedió en la estancia Los Álamos, en el partido de Junín, hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños, sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoria que le había hecho merecer más de un premio en el colegio inglés de Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad. No le gustaba discutir; prefería que el interlocutor tuviera razón y no él. Aunque los azares del juego le interesaban, era un mal jugador, porque le desagradaba ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a los treinta y tres años le faltaba rendir una materia para graduarse, la que más lo atraía. Su padre, que era librepensador, como todos los señores de su época, lo había instruido en la doctrina de Herbert Spencer, pero su madre, antes de un viaje a Montevideo, le pidió que todas las noches rezara el Padrenuestro e hiciera la señal de la cruz. A lo largo de los años no había quebrado nunca esa promesa. No carecía de coraje; una mañana había cambiado, con más indiferencia que ira, dos o tres puñetazos con un grupo de compañeros que querían forzarlo a participar en una huelga universitaria. Abundaba, por espíritu de aquiescencia, en opiniones o hábitos discutibles: el país le importaba menos que el riesgo de que en otras partes creyeran que usamos plumas; veneraba a Francia pero menospreciaba a los franceses; tenía en poco a los americanos, pero aprobaba el hecho de que hubiera rascacielos en Buenos Aires; creía que los gauchos de la llanura son mejores jinetes que los de las cuchillas o los cerros. Cuando Daniel, su primo, le propuso veranear en Los Álamos, dijo inmediatamente que sí, no porque le gustara el campo sino por natural complacencia y porque no buscó razones válidas para decir que no. El casco de la estancia era grande y un poco abandonado; las dependencias del capataz, que se llamaba Gutre, estaban muy cerca. Los Gutres eran tres: el padre, el hijo, que era singularmente tosco, y una muchacha de incierta paternidad. Eran altos, fuertes, huesudos, de pelo que tiraba a rojizo y de caras aindiadas. Casi no hablaban. La mujer del capataz había muerto hace años. Espinosa, en el campo, fue aprendiendo cosas que no sabía y que no sospechaba. Por ejemplo, que no hay que galopar cuando uno se está acercando a las casas y que nadie sale a andar a caballo sino para cumplir con una tarea. Con el tiempo llegaría a distinguir los pájaros por el grito. A los pocos días, Daniel tuvo que ausentarse a la capital para cerrar una operación de animales. A lo sumo, el negocio le tomaría una semana. Espinosa, que ya estaba un poco harto de las bonnes fortunes de su primo y de su infatigable interés por las variaciones de la sastrería, prefirió quedarse en la estancia, con sus libros de texto. El calor apretaba y ni siquiera la noche traía un alivio. En el alba, los truenos lo despertaron. El viento zamarreaba las casuarinas. Espinosa oyó las primeras gotas y dio gracias a Dios. El aire frío vino de golpe. Esa tarde, el Salado se desbordó. Al otro día, Baltasar Espinosa, mirando desde la galería los campos anegados, pensó que la metáfora que equipara la pampa con el mar no era, por lo menos esa mañana, del todo falsa, aunque Hudson había dejado escrito que el mar nos parece más grande, porque lo vemos desde la cubierta del barco y no desde el caballo o desde nuestra altura. La lluvia no cejaba; los Gutres, ayudados o incomodados por el pueblero, salvaron buena parte de la hacienda, aunque hubo muchos animales ahogados. Los caminos para llegar a la estancia eran cuatro: a todos los cubrieron las aguas. Al tercer día, una gotera amenazó la casa del capataz; Espinosa les dio una habitación que quedaba en el fondo, al lado del galpón de las herramientas. La mudanza los fue acercando; comían juntos en el gran comedor. El diálogo resultaba difícil; los Gutres, que sabían tantas cosas en materia de campo, no sabían explicarlas. Una noche, Espinosa les preguntó si la gente guardaba algún recuerdo de los malones, cuando la comandancia estaba en Junín. Le dijeron que sí, pero lo mismo hubieran contestado a una pregunta sobre la ejecución de Carlos Primero. Espinosa recordó que su padre solía decir que casi todos los casos de longevidad que se dan en el campo son casos de mala memoria o de un concepto vago de las fechas. Los gauchos suelen ignorar por igual el año en que nacieron y el nombre de quien los engendró. En toda la casa no había otros libros que una serie de la revista La Chacra, un manual de veterinaria, un ejemplar de lujo del Tabaré, una Historia del Shorthorn en la Argentina, unos cuantos relatos eróticos o policiales y una novela reciente: Don Segundo Sombra. Espinosa, para distraer de algún modo la sobremesa inevitable, leyó un par de capítulos a los Gutres, que eran analfabetos. Desgraciadamente, el capataz había sido tropero y no le podían importar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era liviano, que llevaban siempre un carguero con todo lo que se precisa y que, de no haber sido tropero, no habría llegado nunca hasta la Laguna de Gómez, hasta el Bragado y hasta los campos de los Núñez, en Chacabuco. En la cocina había una guitarra; los peones, antes de los hechos que narro, se sentaban en rueda; alguien la templaba y no llegaba nunca a tocar. Esto se llamaba una guitarreada. Espinosa, que se había dejado crecer la barba, solía demorarse ante el espejo para mirar su cara cambiada y sonreía al pensar que en Buenos Aires aburriría a los muchachos con el relato de la inundación del Salado. Curiosamente, extrañaba lugares a los que no iba nunca y no iría: una esquina de la calle Cabrera en la que hay un buzón, unos leones de mampostería en un portón de la calle Jujuy, a unas cuadras del Once, un almacén con piso de baldosa que no sabía muy bien dónde estaba. En cuanto a sus hermanos y a su padre, ya sabrían por Daniel que estaba aislado -la palabra, etimológicamente, era justa- por la creciente. Explorando la casa, siempre cercada por las aguas, dio con una Biblia en inglés. En las páginas finales los Guthrie -tal era su nombre genuino- habían dejado escrita su historia. Eran oriundos de Inverness, habían arribado a este continente, sin duda como peones, a principios del siglo diecinueve, y se habían cruzado con indios. La crónica cesaba hacia mil ochocientos setenta y tantos; ya no sabían escribir. Al cabo de unas pocas generaciones habían olvidado el inglés; el castellano, cuando Espinosa los conoció, les daba trabajo. Carecían de fe, pero en su sangre perduraban, como rastros oscuros, el duro fanatismo del calvinista y las supersticiones del pampa. Espinosa les habló de su hallazgo y casi no escucharon. Hojeó el volumen y sus dedos lo abrieron en el comienzo del Evangelio según Marcos. Para ejercitarse en la traducción y acaso para ver si entendían algo, decidió leerles ese texto después de la comida. Le sorprendió que lo escucharan con atención y luego con callado interés. Acaso la presencia de las letras de oro en la tapa le diera más autoridad. Lo llevan en la sangre, pensó. También se le ocurrió que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota. Recordó las clases de elocución en Ramos Mejía y se ponía de pie para predicar las parábolas. Los Gutres despachaban la carne asada y las sardinas para no demorar el Evangelio. Una corderita que la muchacha mimaba y adornaba con una cintita celeste se lastimó con un alambrado de púa. Para parar la sangre, querían ponerle una telaraña; Espinosa la curó con unas pastillas. La gratitud que esa curación despertó no dejó de asombrarlo. Al principio, había desconfiado de los Gutres y había escondido en uno de sus libros los doscientos cuarenta pesos que llevaba consigo; ahora, ausente el patrón, él había tomado su lugar y daba órdenes tímidas, que eran inmediatamente acatadas. Los Gutres lo seguían por las piezas y por el corredor, como si anduvieran perdidos. Mientras leía, notó que le retiraban las migas que él había dejado sobre la mesa. Una tarde los sorprendió hablando de él con respeto y pocas palabras. Concluido el Evangelio según Marcos, quiso leer otro de los tres que faltaban; el padre le pidió que repitiera el que ya había leído, para entenderlo bien. Espinosa sintió que eran como niños, a quienes la repetición les agrada más que la variación o la novedad. Una noche soñó con el Diluvio, lo cual no es de extrañar; los martillazos de la fabricación del arca lo despertaron y pensó que acaso eran truenos. En efecto, la lluvia, que había amainado, volvió a recrudecer. El frío era intenso. Le dijeron que el temporal había roto el techo del galpón de las herramientas y que iban a mostrárselo cuando estuvieran arregladas las vigas. Ya no era un forastero y todos lo trataban con atención y casi lo mimaban. A ninguno le gustaba el café, pero había siempre un tacita para él, que colmaban de azúcar. El temporal ocurrió un martes. El jueves a la noche lo recordó un golpecito suave en la puerta que, por las dudas, él siempre cerraba con llave. Se levantó y abrió: era la muchacha. En la oscuridad no la vio, pero por los pasos notó que estaba descalza y después, en el lecho, que había venido desde el fondo, desnuda. No lo abrazó, no dijo una sola palabra; se tendió junto a él y estaba temblando. Era la primera vez que conocía a un hombre. Cuando se fue, no le dio un beso; Espinosa pensó que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Urgido por una íntima razón que no trató de averiguar, juró que en Buenos Aires no le contaría a nadie esa historia. El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padre habló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres. Espinosa, que era librepensador pero que se vio obligado a justificar lo que les había leído, le contestó: -Sí. Para salvar a todos del infierno. Gutre le dijo entonces: -¿Qué es el infierno? -Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán. -¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos? -Sí -replicó Espinosa, cuya teología era incierta. Había temido que el capataz le exigiera cuentas de lo ocurrido anoche con su hija. Después del almuerzo, le pidieron que releyera los últimos capítulos. Espinosa durmió una siesta larga, un leve sueño interrumpido por persistentes martillos y por vagas premoniciones. Hacia el atardecer se levantó y salió al corredor. Dijo como si pensara en voz alta: -Las aguas están bajas. Ya falta poco. -Ya falta poco -repitió Gutrel, como un eco. Los tres lo habían seguido. Hincados en el piso de piedra le pidieron la bendición. Después lo maldijeron, lo escupieron y lo empujaron hasta el fondo. La muchacha lloraba. Espinosa entendió lo que le esperaba del otro lado de la puerta. Cuando la abrieron, vio el firmamento. Un pájaro gritó; pensó: es un jilguero. El galpón estaba sin techo; habían arrancado las vigas para construir la Cruz. FIN 10 Nov 2010

CANTOS DEL REY DAVID .POESIA BIBLICA RITA AMODEI

| Salmos 121 (RV60) -Jehová es tu guardador. Cántico gradual. 1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. 3 No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. 5 Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. 6 El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. 7 Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma. 8 Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.

miércoles, 18 de abril de 2012

LA HIGUERA : JUANA DE IBARBOUROU POR RITA AMODEI

Juana de Ibarbourou

LA HIGUERA



Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!


Juana de Ibarbourou es una de las grandes voces poéticas latinoamericanas .Nacida en la República Oriental del Uruguay su poética abarca una multitud irisdiscente de matices y diferentes profundidades .Su lenguaje siempre nítido sin aristas,límpido encierra sustancia rica ,musicalidad y elocuentes gradientes de interpretaciones .
Leer a Juana de Ibarbourou es asomarse al brocal de un pozo de agua fresca desde el cual se cree percibir el fondo sin hallarlo .
Junto a Gabriela Mistral - Chilena- y a la Argentina Alfonsina Storni , Juana integra la trilogía de las tres grandes poetas Latinoamericanas del siglo pasado .

38º FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO . EN BUENOS AIRES RITA AMODEI








Inauguración de la Feria
Mañana 19 a las 18:00 la Feria del Libro abre sus puertas al público general. A las 18:30 se realiza el acto de inauguración oficial, el orador principal es el escritor Luis Gusmán. El ingreso al acto es con invitación especial.






EDITORIAL VINCIGUERRA :

Pabellón Amarillo – Calle 35 – Stand 2123

A LIDIA VINCIGUERRA, POETA ---- POR RITA AMODEI

" Son los pájaros quienes invetaron el cielo "


A Lidia Vinciguerra


Absorta en si, la tarde languidece hacia las sombras .
La angustiosa cesación desciende de lo alto
como un telón malva que esfuma el escenario
sobre cetrinas venturas cotidianas.
Es el momento nictameral de la noche con el día … .
De pronto el aire se conmueve :
es el rumor inmenso de los libros
cuyas voces despiertan siempre vivas,
a la voz de una mujer, en la gota de luz
de una mujer que es poesía .


RITA AMODEI


Lidia Vinciguerra es poeta y no sólo dibuja los paisajes interiores y exteriores con palabras , tambien lo hace sobre el lienzo inmaculado que espera el lenguaje plástico .
Toda su vida dedicada a la literatura en especial a la poesia y narrativa latinoamericana a traves de su Editorial " Vinciguerra " .
Incansable, su voz llena el espacio con musicalidad poética llegando a cada casa a traves de la radio en programas hechos con calidad pero por sobre todo con la calidez cordial de quien todo lo hace desde su corazón.

sábado, 14 de abril de 2012

VINCIGUERRA ES CULTURA

CONDUCIDO POR LIDIA VINCIGUERRA Y ACOMPAÑADA POR FERNANDO MALE Y FERNADO SANCHEZ ZINNY , LA POESIA ALCANZA SU MAYOR SENSIBILIDAD Y EXPRESION EN DOS PROGRAMAS DE FM RADIO CULTURA :
" LA BIBLIOTECA " TODOS LOS MARTES DE 21.30 A 23 Y

" LA NOCHE DE BRANCA " TODOS LOS DOMINGOS DE 00 A 02 HORAS


www.fmcultura.com.ar

RADIO CULTURA FM 96.7

GLORIOSO ADVENIMIENTO DE FRANCISCO MALE POR RITA AMODEI







Glorioso advenimiento de Francisco Male


Pronto nacerá un niño en Buenos Aires .
Nacerá al otoño con esplendores tardíos
De verano renuente a despedirse.
Es un niño esperado, anhelado con sacrificio.
Lunar sacrificio desvelado de la madre que deja de lado
La libertad esencial del movimiento por la luz incipiente, hoy victoriosa .
La voz clara y limpia del abuelo, como cántaro de agua,
Encuentra puerto en este niño diáfano y perfecto.
Para muchos un nacimiento es hecho cotidiano ;
Para otros es milagro, prodigio y maravilla …
Es el canto del pájaro al Oriente ,
La inquebrantable esperanza de la Vida .



RITA AMODEI



ESTE BALBUCEO POETICO SURGE A PARTIR DE UN HECHO REAL QUE ES EL MNACIMIENTO DE UN NIÑO LLAMADO FRANCISCO CUYO ABUELO EL DR FERNANDO MALE , INTEGRA EL GRUPO CONDUCTOR DE LOS PROGRAMAS DE POESIA EN RADIO CULTURA FM LIDERADO POR LA SEÑORA LIDIA VINCIGUERRA.

PARA LA MADRE ESTE ES UN EMBARAZO DIFICL TUVO QUE GUARDAR ABSOLUTO RESPOS POR MAS DE SEIS MESES . REPOSO ABSOLUTO EN CAMA CON TODO O QUE ESTO IMPLICA PERO PARA ESTA VALEROSA MUJER EL AMOR POR SU HIJO TODO LO PUEDE .

POR ESO LE DEDICO ESTAS PALABRAS : PARA ELLA , PARA FRANCISCO , PARA EL PADRE EZEQUIEL MALE Y PARA SU ABUELO FERNANDO .

RITA AMODEI

martes, 10 de abril de 2012

A EDGAR ALLAN POE -JORGE LUIS BORGES - POR RITA AMODEI




Edgar Allan Poe


Pompas del mármol, negra anatomía
Que ultrajan los gusanos sepulcrales,
Del triunfo de la muerte los glaciales
Símbolos congregó. No los temía.

Temía la otra sombra, la amorosa,
Las comunes venturas de la gente;
No lo cegó el metal resplandeciente
Ni el mármol sepulcral sino la rosa.

Como del otro lado del espejo
Se entregó solitario a su complejo
Destino de inventor de pesadillas.

Quizá, del otro lado de la muerte,
Siga erigiendo solitario y fuerte
Espléndidas y atroces maravillas

PRESENTACION POR RITA AMODEI




ESTE BLOG ESTA DEDICADO A LA LITERATURA Y EN ESPECIAL DENTRO DE ESTA DISCIPLINA , A LA POESIA .
ES UN REGRESO YA QUE POR PROBLEMAS TECNICOS FUE IMPOSIBLE CONTINUAR CON LOS BLOGS DE CLARIN .SI FUE ARDUO PARA LOS LECTORES INGRESAR A LA LECTURA EN ESOS BLOGS TAMBIEN LO FUE PARA LOS QUE ESCRIBIMOS EN ESE SITIO .

COMO SIEMPRE EN ESTE BLOG ME ACOMPAÑA CRIS SOLAR Y ES DEDICADO EN PRIMER LUGAR A LA LITERATURA Y SUS CREADORES . LUEGO A LA SEÑORA INGRID PELICORI HEREDERA DE UNA ESTIRPE `PRECLARA DE ACTORES ; BASTE DECIR QUE ES HIJA DEL GRAN ACTOR ERNESTO BIANCO Y SOBRINA DE LA DAMA DE LA ESCENA DRAMATICA MARIA ROSA GALLO .

INGRID PELICORI ES LA VOZ EXQUISITA QUE VUELCA DESDE SU INTERIOR LA ESCENCIA PURA DE LA POESIA .ESTE ES UN HUMILDE HOMENAJE A TODA LA BELLEZA QUE NOS LEGO CUANDO FORMABA PARTE DE UN PROGRAMA DE POESIA EN RADIO NACIONAL CLASICA. POR ULTIMO DEDICAMOS ESTAS PAGINAS QUE HOY COMIENZAN A ABRIRSE COMO LA * ROSA DE PLATA * QUE RECIBIERA SU PROGRAMA COMO RECONOCIMIENTO A LA SEÑORA LIDIA VINCIGUERRA .

COMO DIGO SIEMPRE FUE DIFICIL SER MECENAS DE LA POESIA Y LO ES MUCHO MAS EN ESTOS TIEMPOS .SOSTENER UNA EDITORIAL DEDICADA INTEGRALMENTE A LA PUBLICACION POETICA ES HOY UNA HAZAÑA TITANICA QUE LA SEÑORA VINCIGUERRA LLEVA ADELANTE CON DIGNIDAD Y CON EL TALENTO DE UNA ARTISTA COMO ES ELLA .

LIDIA VINCIGUERRA DIFUNDE LA POESIA NO SOLO A TRAVES DE SU EDITORIAL SINO TAMBIEN EN DOS PROGRAMAS RADIALES EN FM RADIO CULTURA : " LA BIBLIOTECA " TODOS LOS MARTES DE 21.30 A 23 HORAS Y " LA NOCHE DE BRANCA " TODOS LOS DOMINGOS DE 00 A 02 HORAS AUSPICIADO POR FRATELLI BRANCA.

CUANDO UNA PRESONA DEDICA TODA SU VIDA , TODA SU ENERGIA A UNA RAMA DE LA LITERATURA TAN ELEVADA COMO ES LA POESIA MERECE NUESTRO TRIBUTO Y AGRADECIMIENTO .DESCONOCEMOS EL MOTIVO POR EL CUAL LA POESIA NO ES PROSTITUIDA COMO OTRAS AREAS DE LA LITERATURA Y DE LAS ARTES EN GENERAL . QUIZAS PORQUE ESE MILAGRO ESTA DEPOSITADO Y GUARDADO COMO TESORO EN LAS MANOS MAS IMPOLUTAS E INCORRUPTIBLES .

POR ESO AGRADECEMOS A LIDIA VINCIGUERRA Y RECOMENDAMOS FERVOROSAMENTE LOS LIBROS DE SU FONDO EDITORIAL . LA EDITORIAL Y BOCA DE EXPENDIO SE UBICA EN LA CALLE GARAY 3746 PLANTA BAJA EN EL BARRIO DE BOEDO Y SINO CONSULTE POR WWW.EDICIONES VINCIGUERRA .COM



RITA AMODEI